Antes de nada, como es la primera vez que escribo para este blog, quiero hacer una
breve presentación. Me llamo Javier Corral y soy natural de El Bierzo. Estos últimos
años he dedicado mi tiempo a estudiar Sociología y Ciencia Política, lo que me ha dado
una visión amplia del mundo en el que vivimos.
Esta vez vengo a colaborar con El Filandón Berciano para hablaros sobre cultura e
identidad en El Bierzo.
Empiezo este texto con una gran pregunta: ¿Hacia donde va nuestra cultura? Para
responderla, hablaré sobre la relación que existe entre cultura e identidad, y trataré de
dar algunas pinceladas sobre hacia donde vamos en este aspecto. Asique sin más
preámbulos, vamos a ello.
Introducción
El tema de la identidad y la cultura es muy amplio y bastante complicado de abarcar.
Además, a día de hoy no hay una definición clara y unánime sobre ninguno de estos
dos conceptos, por lo que trataré de aproximarme de una forma general a estos
términos.
Por una parte, la cultura se define como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (RAE, s.f., definición 2). La cultura, constituye el conocimiento compartido de un pueblo, es algo que “no se lleva en la sangre, se aprende en la vida social” (Grimson, 2008). Por otra parte, la identidad se podría definir como las características específicas de un grupo que les diferencia de otros, pero no solo esto, también es la conciencia de que esas diferencias existen.
Esta muletilla final, aunque pueda parecer poco relevante, es muy importante ya que
solo cuando somos conscientes de que esas diferencias existen, tienen consecuencias
reales. El Teorema de Thomas, uno de los principios fundamentales de la sociología,
enuncia que “si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en
sus conscuencias”, esto da lugar a una profecía autocumplida. Si te das cuenta esto
es muy habitual en la vida cotidiana. El sistema financiero sería otro ejemplo claro.
El hecho de compartir un imaginario colectivo que nos permita determinar quien si y
quien no forma parte del grupo, es decir, entender lo que nos diferencia (y en lo que
nos parecemos), hace que actuemos en consecuencia, produciendo y reproduciendo
nuestra cultura.
De esta forma se crea un bucle de retroalimentación en el que interactuamos con los
que hemos identificado como nuestros iguales y aprendemos las prácticas culturales
a la vez que las ejercemos, reforzando esa identidad.
¿Dónde está nuestra identidad?
Una vez entendida la relación entre identidad y cultura, quiero aplicarlo al caso
concreto de El Bierzo, para lo que voy a proponer un breve ejercicio de
autoreflexión.
Imagina las palabras: botillo, carbón, castañas, palloza y vino.
Estas palabras refieren a objetos que forman parte de la cultura material de El
Bierzo. Para una persona que viene de otra zona, esto son poco más que términos
que refieren a cosas materiales, sin embargo, para una persona que ha nacido en la
región y ha estado en contacto con su cultura, estos elementos tienen un trasfondo
mucho más importante.
En el desarrollo socio-histórico del territorio que actualmente constituye El Bierzo
se ha ido “tejiendo” una serie de pautas de acción hacia los objetos culturales e
incluso, una forma singular de percepción y representación de los mismos. Esto
implica que cuando ponemos en nuestra mente ciertos símbolos como el del botillo,
el vino, el carbón, las castañas, o incluso a la religión, no lo hacemos
aproximándonos a ellos de forma objetiva, sino que lo hacemos desde una especie
de subjetividad compartida e inconsciente, en la que estamos atrapados.
Es más, cuando pensamos en el Bierzo no pensamos en el concepto administrativo,
como si fuera solo una unidad administrativa a mayores; pensamos en una cultura
común, en unos rasgos, en un acento, en una gastronomía, en un paisaje concreto,
etc.
Otro ejemplo. Cuando pensamos en comer Botillo, inconscientemente, lo pensamos
de una forma concreta. Si te das cuenta, comer botillo es un acto verdaderamente
social, que sigue las pautas de esquemas de acción no escritos, pero claros y
compartidos (estoy seguro de que casi nadie prepara botillo en agosto para comer el
solo en su casa). Tradicionalmente el botillo se prepara en comidas familiares o con
varios comensales, en épocas frías del año.
Esto, que puede parecer evidente, es un esquema que se ha ido formando, consolidando y transmitiendo de generación en generación con el paso de los años, y
que forma parte de nosotros. Es más, esa percepción subjetiva y a la vez compartida
de los objetos culturales, es, en mi opinión, lo que constituye realmente nuestra
identidad social.
Esa forma de aproximarnos al mundo desde un conjunto de categorías compartidas,
que beben de la tradición rural de la región, y de los posteriores desarrollos de esta,
nos convierte irreductiblemente en sujetos que contienen una cultura común,
diferenciada de las demás; pero a su vez integrada en otros marcos culturales más
amplios.
Conclusión
Hasta aquí creo que he podido explicar de forma “aséptica” cuales son las relaciones
entre cultura e identidad, y cómo se aplica esto al caso concreto de El Bierzo. Sin embargo, creo importante destacar el carácter problemático de esta relación terminológica aplicado al contexto de la región.
Como señalé al principio, la cultura es algo que se produce y que se reproduce, que es permeable y que está sometida al cambio. La cultura pervive mientras pervive la identidad.
Y es de aquí de donde creo que debemos aprender una gran lección ya no como Bercianos, sino como ciudadanos de El Bierzo. Creo que en un mundo global donde las identidades las define más el mercado que la cultura popular, conservar nuestras costumbres es un verdadero acto revolucionario.
Y digo esto por las grandes trabas que se ponen cada día al desarrollo rural como
consecuencia de la participación en el juego del libre mercado. Las instituciones,
desde luego, parece que tampoco desean encargarse de forma decidida de elaborar
una propuesta firme para un Bierzo con energías limpias, que apueste por la
inserción laboral de los jóvenes, la conservación del campo y la población
autóctona, que incentive la creación de puestos de trabajo públicos y privados, y que
refuercen las pequeñas iniciativas; que apueste por una adaptación de la cultura que
tenemos al mundo en el que vivimos, elaborando planes de desarrollo local no solo
compatibles, sino que visibilicen las tradiciones populares con el objetivo de
conservar la cultura. Endendiendo que la cultura es el activo más valioso, ya que
literalmente une a las personas.
Y todo esto sin convertir nuestros espacios comunes en una mercancía mediante la
turistificación o la entrada de industria potencialmente contaminente y la adecuación
de nuestros espacios culturales compartidos a un sistema capitalista de mercado.
Invertir en cultura es invertir en bienestar, porque para que una cultura perviva las
personas tienen que tener la posibilidad de quedarse.
Quiero concluir con un mensaje claro: Si los jóvenes no podemos vivir en El Bierzo,
no podemos desarrollar nuestro plan de vida, entonces nos tendremos que ir. En la
tele dicen que el futuro parece estar en las grandes ciudades, donde hay trabajo
(precario), por lo que te haces a la idea de que tienes que irte, aunque no quieras. El
sistema te aleja de tu cultura. Y es entonces cuando te vas a una gran ciudad, llevas
a cabo tu proyecto de vida, tienes descendencia, quizás uno o dos hijos. De esta
forma se rompe el ciclo de producción/reproducción cultural, dando lugar a dos
personas que ya pierden la conexión con sus raíces y que no van a aprender la
cultura simbólica de su/s progenitor/es mediante las prácticas.
Si no hay nada que impida que esto ocurra, sin duda seguirá ocurriendo. La
despoblación de la comarca lleva años en marcha. Y es por esto que hacen falta
propuestas, debate y mucha política activa.
En esencia, poner la vida en el centro, dar oportunidades a los jóvenes, apostar por
una cultura pública, integradora y accesible; por una economía en la que quepamos
todos; y por un Bierzo limpio, son conquistas que se harán mediante lo que nos une
o no se harán.
Ese es el verdadero poder de nuestra identidad.
Muchas gracias,
Javier Corral Díaz.
