Pues sí, tal y como lo has leído. La naturaleza de nuestra región nunca dejará de sorprendernos.
El oír hablar de plantas carnívoras, todos pensamos en vistosos jarros tropicales o las conocidas Venus atrapamoscas –Dionaea muscipula– cuyas hojas se cierran al detectar movimiento en su interior. Pero en regiones más frías como nuestra preciada «hoya» también están presentes estos prodigios de la evolución.
¿Por qué son prodigios de la evolución? Te preguntarás. Pues porque este tipo de plantas están adaptados a unas condiciones muy concretas y adversas para la mayoría de organismos vegetales. La necesidad de degradar insectos o pequeños animales es debida a que los ambientes donde crecen son muy pobres en nutrientes (como nitrógeno, potasio, fósforo, etc.) imprescindibles para el desarrollo y crecimiento de cualquier ser vivo.
Estas plantas tienen mecanismos para atraer y digerir a sus presas (enzimas o bacterias digestivas, con mecanismos similares a un sistema digestivo animal, pero más simple), pudiendo así incorporar los nutrientes a su organismo.
Los biotopos (Espacio geográfico con unas condiciones ambientales determinadas, como acidez, temperatura, humedad, etc.) en los que crecen estas plantas son diversos, pero suelen tener en común una alta humedad (creciendo sobre musgos que absorben una cantidad de agua enorme en su interior, como el Sphagnum spp. El cual puede absorber hasta 20 veces su peso seco) y una escasez de nutrientes, como en las turberas.
Y esto nos lleva a la preciosa planta que nos compete en el día de hoy, la Pingicula grandiflora, conocida comúnmente como tiraña o cuajaleches en esta zona de la Cornisa Cantábrica.

Esta planta crece en lugares como los anteriormente mencionados, muy húmedos y con pocos nutrientes. Sobre todo, está presente en turberas de alta montaña, como en algunas de los Ancares. Una población interesante está en el nacimiento del río Cúa (Campo de la Pesca, Guímara), que al ser un río de curso alto carece de muchos nutrientes y sustancias en suspensión, siendo su agua prácticamente pura.
La Pingicula grandiflora es comúnmente conocida como cuajaleches, ya que las enzimas que contiene tienen la capacidad de separar el suero de la leche, permitiendo así la elaboración tradicional de quesos. Atrapa los invertebrados en sus hojas, gracias a una sustancia pegajosa, gracias a la cual también se le llama grasilla.
Otra planta relativamente común en turberas de alta montaña a lo largo de todo el norte europeo es la Drosera rotundifolia, conocida comúnmente como Rocío del sol. Este nombre viene a raíz de las gotas de mucílago que tiene en el extremo de sus pelillos, el cual atrae a sus presas, y las atrapa, a la vez que las descompone.

Desde este humilde espacio animamos a todos los bercianos (y por supuesto, a los «forasteiros») a continuar descubriendo maravillas de la naturaleza que nos rodea tan de cerca, siempre desde el respeto. No os llevéis estas maravillosas plantas a casa (ni ninguna, de ser posible) ya que sus condiciones específicas hacen de su mantenimiento en interiores un imposible.
Disfrutemos de la naturaleza en su medio, fotografiándola cuando sea posible, y continuemos llenando nuestros corazones y nuestra región de belleza. Cuidemos el patrimonio más importante de nuestro amado El Bierzo.
Espero que disfrutéis leyéndolo como yo lo hice escribiéndolo! Y, por supuesto, me encantaría leer vuestros comentarios.
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