Entre los enredados y difíciles telares de la campaña electoral, entre aquellos asuntos que
conciernen a todos como son el reto o los varios retos demográficos, la falta de oportunidades y de infraestructuras o la estampida fatal de toda aquella persona joven… Entre todo aquello Burbia rescata y pone remedio a los problemas silenciosos pero más reales que todos los números encajados a la fuerza en estadísticas meticulosas que son armas arrojadizas en debates estériles e infértiles.
Burbia señaló que todo aquello que tiene que seguir vivo, seguirá vivo solo con el fuego vivo de la juventud que hace mal los bincallos, la sabiduría de los más viejos del lugar que hacen bien los bincallos y todo el entramado mediano que vivió a caballo entre una vida y otra. Entre el teléfono fijo y la palla por las calles y los que nacieron con internet al alza, smartphones de última generación y una emigración casi forzosa.
Allí cocinaron – y nos hicieron sentir partícipes desde el minuto uno, como si estuviéramos en casa – una de las tradiciones más difíciles de perpetrar, aquellas que están relacionadas con mitos y costumbres al margen de la iglesia católica. La tradición en sí mezcla lo místico y lo no sensorial con lo más mundano de estos lugares, el fuego. Pero no sólo es el acto final lo importante sino el desarrollo de la obra. La obra comienza por comer, continua por trabajar, sigue el sendero de la enseñanza de los más viejos a los más nuevos y te llena de impaciencia por ver cuando se culminará la fachiza.





Sobre la noche burbiana, afortunadamente estrellada, tristemente más calurosa de lo normal, las lecciones las da el movimiento y el movimiento se demuestra andando y caminando juntos. Los que estemos y estarán se seguirán dando motivos para aplacar los problemas silenciosos de los que hablábamos antes: el olvido, el desapego, el aburrimiento y la falta de sonrisas que recorran nuestros pueblos.
LUME!






Fotografía: Raúl Ochoa
Texto: Bruno Bodelón