Murió un 27 de Abril en 1937. En la Roma que nunca debiéramos olvidar. En la Roma desde la cual el yugo del fascismo apretaba las gargantas de la disidencia. Mientras mafiosos y asesinos salían de las cárceles de toda Italia a ellas terminaban por ir tantos mártires como afiliados al partido Comunista hubiera. Entre ellos una luz resplandeciente, fuerte y que no paró de emanar brillo hasta que pereció un día como hoy hace 83 años. Antonio Gramsci, una de las mentes más prodigiosas del siglo XX.
Murió solo, malherido y como un perro abandonado pese haber obtenido su libertad. Una libertad literalmente pagada con la vida. Frío y con la apatía de aquellos amantes de la guerra y poco doctos en el conocimiento. Los traidores de la verdad arrebataron su libertad, que no su conciencia que latió eternamente hasta el último suspiro. Tanto latió que su producción intelectual no dió tregua pues aún desde la cárcel consiguió consolidar su obra tanto para el amado partido como para la cultura. Así pues su obra culmina con «quaderni di carcere» donde ya roturado por su deterioro físico comienza a esgrimir cuestiones más metafísicas.
No existe sólo un Gramsci, sin duda alguna el desparpajo de los primeros años de escritor -Véase su escrito creo que más famoso, Odio gli indifferenti- poco tienen que ver con la metafísica de su final -Véase arte e lotta per una nuova civiltà-. Fue un hijo perfecto de sus circunstancias donde no solo analizó la realidad sino que tomó partido, como bien él defendió. Fundó, junto a otros tantos y rompiendo con el Partido Socialista Italiano, el Partido Comunista de Italia. El partido comunista más grande de toda Europa, que bajo las teorías que uno de sus padres dió, se convirtió en el faro del resto del comunismo europeo. Vanguardia de valores como orden y democracia.
Luchó contra el oscurantismo de il duce y no sólo organizando la resistencia, sino librando grandes batallas intelectuales desde la dialéctica en el parlamento romano. Siempre quise pensar, románticamente hablando, que el fin de la democracia italiana no es más que la impotencia de un fanfarrón, chulo y memo como Benito ante la verdad y la hiriente dialéctica del Partido Comunista.
Cayó el yugo, pero ya muerto él ocho años después. Listo Togliatti, listo el PCI, diseñaron desde la hegemonía del momento la constitución que aún hoy es la más progresista de Europa, comprueben y comparen nuestro preámbulo con el primer artículo de la constitución italiana. L’Italia è una Repubblica democratica, fondata
sul lavoro. La sovranità appartiene al popolo, che la esercita nelle forme e nei limiti della Costituzione. Es más que obvio, que las lecciones Gramscianas sobre la opinión pública, la guerra de trincheras y sobretodo la forma de su análisis de la realidad y del momento contribuyeron al desarrollo de la Italia de después de la guerra más inminente.
Gramsci como padre, fundando el comunismo en Italia, y como hijo, siendo siervo de las necesidades proletarias del momento, nos dibujan una figura ya de por sí espectacular.
Como abuelo tenemos que apreciar más que nunca su obra, su capacidad de mimetizarse hoy con el discurso del común. La capacidad transformadora que hemos de asumir se puede hacer desde la óptica gramsciana en la lucha política en el sentido de como generar nuevos argumentarios más conectados con el sentido común. Desde la ecología, desde el mundo rural y desde la transformación social aprovechemos no en sí las reivindicaciones del PCI de Gramsci, sino la manera de infiltrar el discurso en la sociedad y hacerlo imprescindible. Pasemos a la praxis su obra y su legado. Utilicemos a Gramsci para culminar nuestra ilustración. Transformemos el mundo pasando por su obra indispensable.
Aquí mi homenaje a ti, referencia y vanguardia. 83 años después no eres contingente en la lucha. Sigues presente don Antonio. Padre, hijo y abuelo de la transformación social.