Una vez hayan terminado todas las fases de la desescalada, disfrutaremos por fin del aire libre y la compañía de nuestros seres queridos. Nos invadirá un gran deseo de hacer planes, tomar algo en una terraza o viajar para sentir la libertad en su máxima expresión. Seguramente necesitemos huir lo más lejos posible, o quizá sintamos temor de ir a un aeropuerto y vivir las grandes masificaciones a las que ya vemos lejos en el tiempo. Con ese dilema en la mente debemos relajarnos y reflexionar. Hemos visto que, durante los largos días de cuarentena; los niveles de contaminación se reducían en gran medida, que la naturaleza en muchas ocasiones recuperaba el terreno que le habíamos robado. También hemos comprobado que, por experiencias propias, de amigos y familiares o de terceros, el empleo se va a ver afectado. Hemos visto que la gente en los pueblos no vivía tan mal y que muchos de nosotros lo valorábamos más que nunca, pero sabiendo que una vez pasara esto, seguirían con la curva descendente que tanto deseábamos para el virus, pero que para los pueblos no es tan buena. Quizá reflexionando en esta serie de cosas, podemos empezar a vislumbrar lo que en otras épocas era el disfrute de nuestra gente. Estoy hablando de la vuelta del turismo de cercanía como una forma de disfrute implantada con firmeza. Todas y todos hemos visto alguna vez esa imagen en Facebook en la que varias familias pasan el día en un río cualquiera con sus mesas y sillas de camping. Sí, quizá la vuelta de este turismo traiga beneficios a los pueblos. Si la gente comienza a viajar por los rincones de la comarca, estos se llenarán de vida, aunque solo sea el fin de semana; como suele ser costumbre en muchos de ellos. Pero esta vez es diferente, hablamos de gente que seguramente no tenga ningún vinculo con ese pueblo, simplemente el placer de conocer. Puede que estas visitas, que siempre deberán ser respetuosas con el medio natural y las costumbres del lugar, atraigan a población joven que en su subconsciente desea vivir en un pueblo, pero que no se atreve a dar el paso. Con la llegada de esa población o la que ya habita en él, tendríamos una gran oportunidad para la conservación del patrimonio del lugar. Una palloza a punto de ser una ruina convertida en restaurante, una pequeña casa transformada en cantina que nos brinde un vino en su corredor o se convierta en un pequeño museo de la zona; mostrando así su patrimonio etnográfico, un palleiro o pendello convertidos en terraza. Todo ello unido a los numerosos ríos bercianos en los que bañarnos y pasar un gran día acompañados de los nuestros con esa nevera azul llena de cualquier bebida que nos refresque por si nos queda lejos el bar. Esas vistas espectaculares de las que tanto hemos hablado a nuestra pareja y que ansiamos enseñar, o esa montaña a la que por fin conseguimos subir con nuestros amigos y amigas a las que tanto nos ha costado convencer y que, a pesar de sus innumerables quejas, una vez arriba, es imposible pronunciar palabra alguna por el rayo de belleza que nos atraviesa. Es cierto que el mundo es muy grande y hay miles de cosas por ver, pero pensemos que, solamente abriendo la puerta de nuestra casa, veremos que el paraíso no está donde Cristo perdió las zapatillas, lo tenemos aquí.  Por eso estamos obligados a conocerlo y cuidarlo. Un paraíso no se mantiene solo, tenemos que seguir dándole vida entre todos y todas; y qué mejor que hacerlo disfrutando y apoyando a sus gentes. Porque si necesitamos un cesto para guardar la ropa no debemos pensar en Ikea, pensemos en apoyar a un artesano que elabora sus cestos de castaño con el mayor mimo. Si pensamos en dulce, apoyemos a una apicultora comprando su miel. Y Si pensamos en salado, comamos el mejor cocido en alguna de las cantinas después de una buena caminata. Con estos gestos podemos dar un gran dinamismo al medio rural en todos los aspectos, impidiendo que tantas cosas que se han conservado a través de muchas generaciones, se pierdan para siempre. Viviendo grandes experiencias y disfrutando de los mejores productos en la puerta de nuestra casa. Ese es el mejor souvenir que te puedes llevar de este viaje, haciendo de todo ello algo circular, como nuestra mirada.

Raúl Ochoa. 2020.

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Escrito por:Raúl Ochoa

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