(Este texto comenzó a escribirse el año pasado con la necesidad de dar a conocer esta tradición a través de este espacio. Pero fue un año extraño, las restricciones sociales capaban xuntanzas como esta y hasta las ganas de contarlo. En cambio este año… este año nos ha devuelto las ganas de todo)

Con los primeros coletazos de un septiembre que arrasa con el último aliento del verano, vuelvo a este espacio para acercaros a un lugar, a un momento, a una tradición, a una historia que se conoce mucho menos de lo que mi cabeza se imaginaba.

Para empezar a vivirla, primero hay que emprender un pequeño viaje. El trayecto hacia este lugar, en mi caso, comienza ascendiendo desde Villafranca, mientras admiras La Somoza y dejas atrás Paradaseca. Después de recorrer un camino de tierra indicado por un cartel de difícil avistamiento y peores condiciones, llegamos a la campa de Fombasallá. Geográficamente se sitúa en una montaña perteneciente a Paradaseca, concretamente en el monte denominado “Chao da Galiana”.

Nos encontramos a 1200 metros de altitud, en un pequeño paraíso que se encuadra dentro de la RBALE y que preside uno de los ejemplos más significativos de la Ermita Montañesa. Esta ermita, rodeada por tres enormes pradairos, se mantiene en excelentes condiciones gracias al cuidado y atención de la Cofradía de Fombasallá (creada en 1982).

Esta construcción y la historia que dan lugar a estas letras gira en torno a la Virgen de Fombasallá, la cual forma parte de la leyenda de las Siete Hermanas y cuya romería centenaria (anterior al S.XIX) se celebra cada año los días 14 y 15 de agosto.

Cada año, desde que no alcanza vista ni memoria alguna, devotos y no devotos ascienden a este lugar para experimentar varios días de convivencia entorno a la ermita, la fuente y los tres pradairos que tanto se prestan a una siesta tras un par de tragos de celebración.

Los más veteranos cuentan como desde bien pequeños les subía su abuela con la burra o como durante años y años peregrinaban ascendiendo desde Villafranca, Paradaseca, Cela, y otros tantas poblaciones cercanas. Algunos para pernoctar al raso o con cubiertas improvisadas de xestas. Las siguientes generaciones ya vivieron la subida sobre ruedas, motor y remolques cargados de diversos e innumerables utensilios y provisiones. Provisiones entre las que no pueden faltar, como si de un ritual más se tratara, empanadas o varios tragos de vino.

Hay quien hace noche el día anterior a la romería, otras personas que solo asisten el día propio y otras tantas que lo hacen varios días antes. Niños, niñas, jóvenes, no tan jóvenes, los del barrio de arriba, los de abajo, los del medio… En fin, una nueva estructura social aunque de lo más horizontal y asentada sobre la base de la buena convivencia y hermandad.

La víspera, el día 14, se aprovecha para llevar a cabo los últimos preparativos para el día siguiente, entre los que se encuentra la instalación de una cantina y una cena comunal con los cangrejos como protagonistas (una costumbre que aunque no se remonte demasiado en el tiempo, ya es una tradición más dentro de esta romería). Esto será el preludio de una noche llena de música y baile bajo el mismo escenario que la siesta: los tres pradairos.

Tradicionalmente, esa misma noche, se solía cantar una salve y entonar el himno de la Virgen de Fombasalla. Este año, gracias al impulso de los cofrades, se volvió a llevar a cabo.

Salvo los pernoctantes, los romeros llegan el día 15 caminando desde primera hora de la mañana. Alguno, por estar ofrecido, realiza este camino descalzo o incluso de rodillas. Sin embargo, estos cada vez son menos y la mayoría de asistentes lo hacen en vehículos.

La procesión tiene lugar alrededor de la ermita. A mitad del recorrido, en la entrada de la campa, se encuentra con la Virgen de las Nieves (que asciende en procesión desde Cela) para finalizar la procesión juntas.

Tras la misa que tiene lugar al finalizar la procesión, comienza el gran despliegue de manteles y comida compartida, en el mismo escenario que la siesta y el baile nocturno. Y también lo será de la tarde llena de música y bailes que pondrá el punto y final a esta romería.

Los pilares de esta romería trascienden más allá de la motivación religiosa y se vuelven demasiado abstractos como para explicarlos a través de una pantalla y un par de letras. Sin embargo, la razón por la que esos pilares siguen firmes y sin apenas grietas son mucho más claros: un fuerte arraigo a esta tradición que se ha sabido traspasar de generación en generación, haciéndolo atractivo a los nuevos tiempos y a los más jóvenes de una forma totalmente orgánica. Un patrimonio inmaterial totalmente vivo, sano, lleno de energía y con un largo recorrido tanto si echamos la vista atrás, como si miramos hacia delante.

Os dejo un pequeño resumen de forma audiovisual de forma que os podáis acercar a través de otros sentidos a este patrimonio:

No puedo cerrar este texto sin dar las gracias a todos y todas las que nos habéis contado, las que nos habéis hecho partícipes, nos habéis acogido y sobre todo habéis mantenido y mantenéis esta tradición de una forma tan sana.

*Si alguna de las personas que aparece en las imágenes no está de acuerdo con el tratamiento de estas, puede enviarnos un correo electrónico

Escrito por:Lucía Suárez

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