Escribir estas líneas es fruto de la impotencia y la ira que genera ver un monte arder. El pasado viernes comenzaba, fruto de un rayo, un incendio en Paradaseca, en la somoza berciana. Ayer por la tarde otro más visible, en los montes aquilianos, nos asustaba a todos y volvía a hacer emerger toda la vorágine de ideas que surgen alrededor del fuego.

¿Quién se acuerda en febrero de lo que pasó en julio? Es complejo comenzar a echar la vista atrás incluso solo para pensar un puñado de meses atrás. Pero la historia del fuego viene de mucho más lejos de lo que pensamos y obedece a criterios muchísimos más amplios de los que podamos llegar a analizar aquí.

Por motivos laborales hace unos meses nos desplazamos a toda la somoza berciana. De norte a sur y de este a oeste. Lo hicimos con la mirada romántica que nos une a la tierra que pisamos y la firmeza de saber que estamos ante un mundo que se desmorona. Aunque todos habíamos estado varias veces allí esta vez lo hicimos repasando todos los conocimientos que teníamos sobre la materia. Obviamente releímos información, descubrimos más documentación y hablamos con más gente. En todo aquel aglomerado literario y oral hay un pasaje que conviene recordar:

[…] Plantando pinos. Árbol de grandes e insospechados rendimientos, que si en algunos sectores favorece el paisaje, en los más ha causado graves repercusiones, al interferir, imperativa y absolutamente, unos modos de vida anclados en el culto de las cabras. […] Por otro lado, una vez pasado el berrinche originado por la plantación, los pinos han sido, directa o indirectamente, una bendición para la Somoza. De ninguna manera puede equipararse un pastor, biblico y sarnoso, oliendo a mierda todo el año, con un esmerado friegaplatos en cualquier restaurante de Ambereres o El Habre, que nada más terminar la tarea, se pule, perfuma y puede salir a correr la chanca, con veinte dineros en el bolsillo.

Estas palabras, acertadas o no, señalan el principio del fin de la idealización constante que se ha sumergido en el mundo rural. No es justo ni el olvido ni la sobrealimentación literaria a la que están sometidos tanto los pastores, como los agentes forestales, como a nuestras abuelas pastoras desde que tienen uso de razón. La despoblación comienza con la falta de recursos económicos en el mundo rural dentro de un corazón continental de libre mercado. Si comienza la despoblación comienza el abandono, si comienza el abandono comienza la soledad del monte, si el monte queda solo.. no arde. Pero si tiene más posibilidades.

La historia de la humanidad nos ha enseñado por encima de todas las cosas una fundamental: El ser humano ha tenido afán de control y dominio sobre el entorno donde vive y en cierto sentido la revolución industrial fue la victoria final. Pero esta guerra comenzó en el neolítico y se sigue librando ahora. ¿Por qué entonces dejamos de lado nuestros montes y preferimos seguir echando más y más asfalto donde llevan cayendo toneladas y toneladas desde que entró la primera máquina por alguna de nuestras paredes?

Han hecho falta dos fuegos para volver a tener la noción de que todo es frágil, incluso los bosques que damos por sentado. Pero en el monte, al igual que cualquier configuración humana ya sea del espacio o de la propia política, no podemos dar nada por sentado. El pasado 22 de Junio el PP y Vox vetaron la propuesta de mantener el operativo antiincendio todo el año. Todo un año donde lo que se trabaja en los meses más fríos es lo que se asegura en los meses más calurosos. Es triste pero cada vez son menos fríos los meses fríos y cada vez más calientes los meses calientes. La sociedad está harta de no tener radioterapia en El Bierzo, de no tener buenas comunicaciones, de no tener buena cobertura en el pueblo, de no tener un médico, un buen transporte publico, un colegio y todos los veranos estalla de rabia con algo que se puede evitar, aunque no es inevitable, los putos incendios.

Ayer Ponferrada entera grabó como ardía el monte en el que probablemente pastorearon muchísimos de sus ancestros. Es extraño. No caeré en la vieja confiable de afirmar que un rebaño de cabras u ovejas previenen más que cualquier otra medida, para ello tenemos y tenéis amigos y amigas que son forestales y os informarán de manera concienzuda lo que más conviene a cada pedazo de tierra. Pero lo que si señalan las cabras y las ovejas es la necesidad de mantener vivo, útil y vigilado cualquier ecosistema. Señalaba antes que la despoblación es un problema para los montes pero también lo es que estos montes no gocen de los cuidados necesarios, que al menos antes, de manera acertada o no, sí que tenían.

En San Adrián de Valdueza, con todas sus inclemencias ayer volvían a irse. Lo hicieron hace unos 20 años cuando un fuego y una riada arrasó el pueblo. Después de entregar todo el amor y sentimiento de pertenencia a recuperar el pueblo, hoy lo desalojan. No puedo parar de pensar en ello. Luchar para perderlo todo y que los tambores de guerra no terminen de irse. Sencillamente desolador.

Como desoladoras son las condiciones de nuestros héroes, los brigadas forestales, que por precariedad laboral, jornadas interminables, comida de mierda y condiciones asfixiantes entregan su vida y su esfuerzo a acabar con uno de los mayores males que se pueden cernir sobre nuestros pueblos. Esa gente valiente es la que construye patria y ama su tierra. Su gobierno, que no su país, le traiciona y le humilla. Después de dos fallecidos en Zamora entonar el perdón ya no sirve por parte de algunas figuras políticas.

Cuando un monte arde, arde su historia, su trabajo, su fauna y flora. Sus paseos lúdicos y sus pastoreos laboriosos. Se pierde vida y tiempo. Entrega y admiración constante a lo inmóvil del ecosistema, a la belleza de la rutina, al sosiego y al ruido. A la calma que lo define y a toda la actividad que no vemos en él.

Si podemos aportar algo a la lucha contra los incendios de alguna manera ayudando, avisen. Si podemos aportar alguna opinión más, algún tipo de mensaje o alguna manera de difusión por favor, hacédnoslo llegar de cualquier forma.

Escrito por:Bruno Bodelón

Ante todo humildad. Ante todo sin resignación. Ratiño de cuarta generación mínimo.

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