“Lo mejor es que se lleven lo que sirva y el resto lo derriben” Son palabras de Cayetano Fernández Morán, alcalde de Ponferrada entre 1915 y 1923. Se refiere al Castillo de los Templarios, que atravesaba una época de desuso. Pero en 1924, las piedras que antes arrancaban los vecinos para cerrar fincas, pasaron a formar el mayor icono de la capital berciana. Llegaba la declaración de Monumento Nacional, lo que más tarde se conocería como Bien de Interés Cultural.

Entre este anuncio y la paralización de la voladura de las torres de refrigeración de Compostilla II han pasado cien años. Está claro que no hablamos del mismo valor arquitectónico y cultural pero tampoco de la misma época. Innegablemente Compostilla II forma parte de la idiosincrasia de los bercianos. Para muchos supone el progreso: la salida de un mundo de subsistencia regido por la mugre y miseria. Para otros la migración y el abandono de lo rural y la tradición. Para los más jóvenes, el síntoma de una Transición a medio gas. Y para la gran mayoría una parte más del paisaje del Bierzo, independiente del sentimiento que provoque. Y eso es lo importante, que provoca una reacción humana, como también lo hacen la MSP o el Pozo Julia. No se trata de que haga bonito conforme a cuestiones subjetivas, sino de la historia que cuenta. Quizás por ello, en Barcelona, decidieron conservar las chimeneas de la Canadiense, protagonistas de una huelga que logró la jornada de 8 horas.

Pocos detractores han encontrado la las torres. ¿Si no interfiere con los nuevos proyectos y no supone un mantenimiento mayor que el de otras instalaciones por qué derribarlo? Algunos, entre ellos el regidor ponferradino -el de 2022-, han cuestionado la conservación de este elemento. Bienvenidas sean las dudas sobre conservación en una ciudad donde el casco antiguo se reconoce por la caída de escombros de casas que dicen bastante menos de nuestra historia que esas dos moles de hormigón armado. Misma ciudad que acoge la Placa, patrimonio industrial singular acosado por miles de mociones sin ningún efecto. Recuerden: “Lo mejor es que se lleven lo que sirva y el resto lo derriben” (o que se lo coma el tiempo).

Como jugar a los arquitectos no surte efecto, la ingobernacia también ha mostrado su preocupación por los trabajadores que están desmontando Compostilla, afortunadamente protegidos por los ERTE. No se alarman por los problemas de la clase trabajadora a la que dejaron en la cuneta el año pasado, su inquietud es que se desmonta el relato del trabajo estable y con futuro que pretenden vender de aquí a mayo. Sí, un tipo con conexión a internet y dominio escaso de ofimática ha bloqueado la Transición Justa. Y esto da buena cuenta de la calidad que ha tenido el proceso de Transición. Contratos temporales quitando escombros para gente de 57 años, exilio para la juventud. Este es el escarnio que pretenden dinamitar y no el de las torres.

Diferente hubiera sido la situación -y las palabras del Cayetano de turno- si Europa hubiera regado Cubillos con varios millones de euros para proyectos de turismo «inteligente» o cualquier otra magufada sin ninguna conexión con el entorno. Ahí la única preocupación institucional sería la pelea por la paternidad del proyecto. 

Vivimos en la dictadura de la inacción. Se imponen con mano dura el conformismo y la falta de ambición y se represalia a quienes no entran en la decadencia del sistema. Pero la propaganda y chulería no son capaces de tapar un problema de fondo que trasciende a en todas las instituciones bercianas: no tienen un Proyecto para El Bierzo.

Iván Samprón

Escrito por:ofiandon

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