Una situación como la que estamos viviendo, tan dolorosa como extraña, nos proporciona un tiempo que no siempre nos hemos dedicado a nosotros mismos. Quizás siempre estuvo ahí, pues quien quiere aprovecharlo así lo hace, pero nos ha obligado a mirarnos al espejo de forma repentina e inevitable.
Son muchos los temas sobre los que he debatido estos días, tanto a nivel personal e introspectivo como con mis amigos más cercanos; por eso quiero compartir con vosotros uno de los temas que más ha llamado mi atención. Sin voluntad de crear polémicas (como si no fueran suficientes las que se nos brindan a diario), sino de plantar una semilla de reflexión en quien lea mis palabras: ¿Qué es la patria? ¿Cómo se demuestra el patriotismo? Son preguntas que probablemente todos nos hemos hecho alguna vez. Yo, personalmente, tengo claro no qué sino quién es mi patria. Mi familia. Mis amigos y amigas. Otros quizás asocien esta idea a sentimientos de índole política o identitaria, y es aquí donde surge mi reflexión.
El mundo militar en todo su espectro ha estado siempre asociado a la exaltación nacional, con la cual podemos estar de acuerdo en mayor o menor medida, y al ejercicio de la violencia en todas sus formas. Parte de las personas (y personajes) que lo componen emprendieron su carrera con ideas en la cabeza del tipo “defensa de la nación”, “hacer lo que haga falta por la patria”, “no importa a qué o a quién tenga que disparar” y otras de este calado; muestra de su concepción particular del concepto patria que he introducido. Es paradigmática la figura cinematográfica, tan común en el cine americano, del buen soldado. Otros quizá fueran conscientes verdaderamente de la responsabilidad y funcionalidad que se les presupone, más aún en situaciones de emergencia de esta u otra índole.
Pues bien, el curso de la historia nos ha traído a este punto en el que todos sin excepción nos encontramos. Una pandemia global que bloquea sistemas sanitarios y presumiblemente debilita las economías de las mayores potencias mundiales. La sociedad civil confinada en casa. Las fuerzas y cuerpos de seguridad patrullando las calles. Es aquí donde, a mis ojos, florece la discordancia del ‘concepto patrio’. Son esas personas, las que su concepción particular de este término les ha hecho estar donde están, las que tienen que velar por la patria particular de los que tenemos que quedarnos en casa. Son ellos y ellas los encargados de desinfectar residencias de ancianos, de limpiar estaciones de transporte, de repartir medicinas en la España vaciada, de ejercer labores logísticas distribuyendo equipos de protección caseros, de colaborar habilitando hospitales temporales o apoyar con recursos básicos a quienes carecen de ellos. Son esas personas quienes, en esta angustiosa situación, la vida les está dando una lección de QUÉ ES LA PATRIA. No es más patriota el que más y más alto lo grita, sino quien más se esfuerza en ayudar a la mayoría. Quien libra de hambre, dolencia e ignorancia a quien lo sufre.
Besar la bandera pasa a ser un gesto vacío, si es que alguna vez tuviera sentido, al lado de la infinidad de actos que de verdad hacen grande a una nación, a un pueblo.
Besar la bandera pasa a dejar en evidencia, si es que antes no lo estaba, a todo aquel que se llena la boca de palabras vacías.
Besar la bandera pasa a no aportar nada, si es que alguna vez aportó algo.
Cuanto más se agita una bandera, más grande es aquello que se esconde tras ella. Es una lección que también la sociedad civil debe aprender y valorar, pues no hay mejor filosofía que la de extraer lecciones de las desgracias, ser críticos y resilientes. Sólo espero que todos hagamos reflexión de este y otros temas, y animo a que la compartamos con los que más queremos, que nos escuchemos y enriquezcamos mutuamente; así y sólo así saldremos de esta con más de una lección aprendida. Si la vida te da limones, hazte un gintonic.
DIEGO CARRERA PÉREZ