Queda tiempo para luchar contra todos los monstruos que están entre lo viejo y lo nuevo del mundo y aunque este se desmonte y ello nos afecte nunca dejaremos de buscar aquellos lugares cómodos y cercanos.
Aún después de toda la bacanal del siglo XX en El Bierzo andan por el suelo los trozos de todo aquello que se fue, de lo que no volverá y que sólo volcando sobre ellos toda la virtud y la templanza que parecen incluso también cosa del pasado, podrán reconstruirse para cimentar todo aquello que responde al ¿Qué soy?.
Así es como comienza el Entroido de Valtuille de Arriba, en una cabeza prodigiosa, a removerse de entre la ceniza de todo lo debastado, a recoger esa ultima brasa escondida, yendo a buscar más leña y encontrando madera mojada, mifada y podre. Y quizás había que subir más el monte o buscar dentro de todas las casas abandonadas que aún antes de caer guardan dentro un sin fin de historia que no trascendió, que no era importante y sobre todo que a alguien le dolió dejar atrás.
Y es bajo ese manto de tristeza, de muerte y migración donde, sin bajar a los infiernos encontramos todo aquello que necesitábamos. Una explicación, un cuento, una leyenda, varias mentiras por qué no, muchísimas exageraciones, una alegría en los ojos hablando de lo más normal que a alguien le pueda pasar. Sin grandes hazañas, sin grandes hitos, sin lujo ni reconocimiento, simplemente alegría recordando lo que un día esa comunidad fue, una comunidad.

De ese sentido de pertenencia a nuestra comunidad, nace la voluntad de volver a intentarlo con todos los medios posibles, siempre escasos en términos materiales pero infinitamente cargados de fuerza, conciencia y decisión.
¿Por qué no homenajear a todos aquellos que con su memoria siguen tiñéndonos el alma con la misma condición que a ellos siempre terminaba por brindarles un día, unas horas, unos instantes ínfimos en relación a todo lo que se vive en una vida, volviendo a quemar el entroido?

¿Por qué no plantear que una fiesta puede ser también sinónimo de lucha si hablamos de pelear todas las batallas culturales y personales posibles hasta vencer y que sea el sentido de saber quienes somos el que se discuta antes, durante y después de hacerla?
Y la pregunta más importante, ¿Por qué otorgamos importancia tanta gente el viernes pasado en Valtuille de Arriba a un entroido popular y tan expandido a lo ancho y largo del país no hace tantísimos años? Quizás por que aún no lo hemos perdido todo, aún queda gente dispuesta a sacrificar su cotidianeidad con tal de disfrutar, de enseñarle a los más pequeños, de aprender de los más mayores. De hablar, reír y disfrutar sabiendo lo que está haciendo. Y lo que está haciendo es mucho más importante de lo que cree, pues está otorgándole valor a todo aquello que antes era ser de pueblo, paria, rudimentario o rocambolesco.
Aún quedan muchas llamas por arder en el entroido de Valtuille.







