Claro que lo que está ocurriendo nos deja una enseñanza. La solidaridad es la base de absolutamente cualquier tejido social sano. El ideal de belleza vuelve a estar presente entre nosotros. La sanidad pública si funciona, pero no gracias a la inversión de las diferentes comunidades autónomas, sino a la constancia, preparación y fuerza de nuestro personal sanitario al que desde aquí, agradezco su encomiable labor.

Están siendo momentos complicados para todos, eso es más que obvio, estar sometidos a un aislamiento social, a un confinamiento en casa, a una rutina entre cuatro paredes es complicado. Pero así lo hemos acatado como sociedad y así se está cumpliendo. ¿Este aislamiento es fruto de un consenso colectivo en base a qué es lo mejor para salir de una pandemia global? ¿Este confinamiento está siendo justo con todas las clases?. Son preguntas que ni merecen ser contestadas por su estúpida obviedad. Pero no estoy escribiendo para deshojar una margarita que debiera la gente comenzar a deshojar. Sino para hablar de una capa ideal un poco más abstracta y a ello voy.

Si, algo positivo, como señalé al principio, tiene esta pausa. Y es que el ideal más puro está asomándose, quizás tímidamente, a nosotros. Es la belleza. La belleza lo es todo en una sociedad, también en las ciudades. Quizás nunca habíamos contemplado la falta de pureza de miles de edificios compilados unos encima de otros, la falta de razón en las pocas zonas verdes, el descontrol de una rutina individualizada en los coches, el fragor del ruido, la molestia del tiempo que no existe. Y todo se mide. Todo es susceptible de entrar en parámetros científicos que cuantifiquen la desgracia. Aquí reside el problema.

El problema es que hemos perdido la cabeza pensando en estadísticas, datos, números, ciencias exactas.. dejando a un lado la ciencia más perfecta, la humana. La más inexacta y útil. La metafísica. Hemos regalado nuestra realidad a putos algoritmos, ecuaciones y cuentas matemáticas. Y así nos va. Megaconstrucciones que terminan por desarrollar un ecosistema perfectamente matemático y letal.

Feo, abrupto y falto de estilo y respeto. Hacemos hormigón, ventanas blancas, cristales dobles, aislante, cables por todos lados, tuberías.. y puede que algún ladrillo de algún color variopinto y olvidamos la esencia de las cosas. Todo, absolutamente todo, termina por conformar nuestro paisaje. Desde la puta televisión hasta las plantitas en el balcón de la vecina. La gente olvidó como era antes. Y nuestra tarea hoy, en cuarentena, en las ciudades, es observar. 

Pero no podemos quedarnos perplejos sonreír y apreciar. La tarea es lucha y constancia.

Desde la ciudad te contesto a tu jaula Raúl.

Escrito por:Bruno Bodelón

Ante todo humildad. Ante todo sin resignación. Ratiño de cuarta generación mínimo.

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