En tiempos de crisis es fácil aferrarse a proyectos que prometen trabajo para las gentes de la zona, sobre todo en zonas deprimidas y con los índices de despoblación más altos.

Estos son lugares en los que es más fácil actuar ya que, al no haber apenas gente, habrá menos resistencia y más desconocimiento. El desconocimiento del pueblo es el amigo del especulador, y por eso campan a sus anchas. En los últimos meses hemos visto como se pretende prostituir una de las pocas zonas que se conservan “vírgenes” en el país. Pretenden vendernos la creación de empleo, además, gracias a las energías renovables, pero ¿es limpia una energía cuando para conseguirla destruye enclaves únicos? Energías renovables sí, pero no a cualquier precio.

Tenemos la suerte de vivir en una de las zonas más ricas y menos explotadas, siempre que sea de una manera sostenible y que respete tanto el paisaje como la forma de vida del lugar. En esta zona, uno de los productos más abundantes es la castaña, y es curioso ver como para la recogida de este fruto se aparta el ourizo que no sirve y nos pincha. Con los aerogeneradores pasa lo mismo, sus vientos y presencia apartan a las gentes de la zona que no aportan a ese negocio y no lo dejan “prosperar” apoderándose así de los recursos.

En definitiva, apartar lo que no les sirve, como los sopladores de castañas.

Raúl Ochoa, 2021.

Ilustración: Raúl Ochoa.
Escrito por:Raúl Ochoa

Un comentario en “Como los sopladores de castañas

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