Hace casi un año estábamos en plena campaña electoral en toda la región. ¿Hemos notado algo diferente? No lo creo. Si tuviéramos que definir cuatro problemas del Bierzo actualmente serían exactamente los mismos que el año pasado. Me atrevo incluso a decir que los mismos que hace dos, tres y cuatro años atrás. Despoblación, trabajo, desarrollo de infraestructuras y servicios públicos como la sanidad.

¿Qué ha pasado para que todas esas voces disidentes se vayan diluyendo y apagando lentamente como un gabuzo en invierno?. No lo sé. Es desesperante pensarlo y quizás por ello las alternativas al status quo actual están arrodilladas ante la desazón de un presente cada vez más agresivo para con aquellos y aquellas que sueñan con un futuro mejor.

Desde luego que da que pensar que la centralidad de la vida política de la región esté basada en las ruedas de prensa de cuatro partidos políticos de la capital berciana y en según que declaraciones de los Mr. Marshall de Madrid que de vez en cuando o pisan El Bierzo (previa alfombra roja) o se acuerdan de mandar un gesto en forma de falsa promesa que otra vez vuelve a servir para engañarnos. Es incomestible la cantidad de veces que escuchamos a los mismos de siempre hablando en su tono de siempre sobre las cosas de siempre y lo que es más vomitivo aún es que los de siempre no peleen por lo de siempre. Al menos como su pueblo demostró que se hizo aquí casi siempre. En la calle, en los espacios comunes y en un sinfín de aburridísimas reuniones donde lo que siempre residió la esperanza.

Y ese recurso de las palabras vacías está sembrando la desafección en una sociedad cada vez más fracturada por el poco relevo generacional, la falta de espacios comunes de vida pública y el desamparo al que sometemos las aspiraciones personales al exiliarnos de esta tierra que por momentos pudre. Porque si hay algo que huele a podrido es todo el silencio que rodea esa falsa retórica a caballo entre los falsos mensajes de esperanza y la certeza de una administración eficaz (spoiler para los desinformados: no). Ese silencio a nosotras y nosotros no nos otorga nada. Pero que callemos otorga más libertad a un poder ineficaz, inútil y cargado de oscurantismo a la hora de articular políticas públicas eficaces.

¿De qué ha servido votar? Podríamos preguntarnos lícitamente. Hemos visto como existían partidos bercianistas hablando de su capacidad para tensar a la junta a ejecutar inversiones, mejorar infraestructuras y revertir el desmantelamiento de nuestro hospital. Palabras vacías de nuevo. Si queremos sacar la espada para ser combativos de verdad, esta debe volver llena de sangre, no regada con puestos inmóviles ante la barbarie hacia la que avanzamos. Un partido Popular sumiso a Valladolid y un PSOE tibio.

La falta de dos oncólogos es la punta del iceberg de un problema estructural de abandono institucional fomentado por políticas de concentración de capitales y personas. No tenemos ni las instituciones ni los representantes que nos harían falta para poder pugnar por no ser una región más abandonada a su suerte. Si tiramos de la manta descubrimos que la A6 se derrumbó no hace mucho a su paso por Vega de Valcarce, que Laciana vive a 60 kilómetros de un hospital y aún encima no pueden ni venir por su carretera, una montaña la engulló la semana pasada a la altura de Páramo del Sil. Que las promesas de trabajo y prosperidad de hace un año han sido papel de fumar y una larga lista de etcétera. Jóvenes y no tan jóvenes desamparados a su suerte, ancianos sufriendo la precariedad de sus cuidados y nuestros padres y madres hartos de tener que estar callados por seguir trayendo el pan a casa. Nos hemos quedado sin fuerzas.

Ni los representantes ni nosotros mismos, confiamos en la capacidad de organización de la gente. Ninguno de los que están colocados en ayuntamientos, consejos comarcales y diputaciones pueden moverse más de lo estrictamente conveniente para su cargo. Esto nos lastra. Pero es que además si quiera confían en el apoyo de su pueblo. Y para sacar la espada y que vuelva llena de sangre debemos confiar en nuestra capacidad para cambiar las cosas de una vez.

Nos hace falta seguir haciéndonos preguntas y seguir recogiendo datos. Pero también nos falta esperanza y juventud ideológica (que no de edad) que dé calor a unos corazones marchitos por el puto todos contra todos al que nos sometemos. Por momentos pienso que el único orgullo que nos queda como bercianos y bercianas es ver que la Deportiva le gane al Teruel o una foto con un fondo con el verde de las encinas y el azul precioso del cacho de cielo que nos tocó. Pero, ¿Sólo para esto somos bercianos?.

Somos huérfanos de nuestros propios poderes y sólo nos queda la tristeza y la rabia. Quizás algún sueño borroso atrapado en la niebla de la realidad a la que miserablemente nos acostumbramos. Ojalá nos sirviera la rabia, ojalá nos sirvieran los sueños y ojalá de todo ese engranaje nos volvieramos a llenar de esperanza sin esperar a volver a votar otro fraude. Trabajo, lucha contra la despoblación, servicios públicos útiles y oportunidades para un mañana que sigue pintando gris como esta preciosa primavera berciana.

Escrito por:Bruno Bodelón

Ante todo humildad. Ante todo sin resignación. Ratiño de cuarta generación mínimo.

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